lunes, 26 de marzo de 2012

La Psicología del Desarrollo: algunos conceptos básicos


El siguiente artículo ha sido extractado de "La constitución del sujeto psíquico" del Lic. Osvaldo Videla.





La Psicología del Desarrollo



Podemos afirmar que la Psicología del Desarrollo se ha transformado, con el transcurso del tiempo, en uno de los campos dentro de la Psicología con mayor especificidad y desarrollo, al punto que muchos ya la entienden como una disciplina científica en sí misma.

Con ella la Psicología cobra una dimensión histórica. ¿Por qué? Porque enriquece lo que originalmente fue una mirada interesada en procesos de laboratorio divorciados de la realidad e historia del sujeto que, entonces, no era visto como tal sino como un individuo, (del latín “indiviso”) estático y ajeno al devenir y a su circunstancia, y lo estudia en cambio como una totalidad.



Delimitación de su campo de estudio

Posiblemente la mayor cantidad de tratados escritos dentro del terreno de la Psicología como ciencia pertenezcan al campo de estudio de la Psicología Evolutiva. Desde que Freud dio cuenta del desarrollo de la psicosexualidad en el niño hasta hoy, numerosos estudiosos han abordado, con distinta suerte, el estudio del desarrollo del sujeto desde distintas ópticas y concepciones.



Polémicas y falta de acuerdos

Aún hoy no hay acuerdo acerca de cuál es el campo de estudio y cuál el enfoque más apropiado para este instrumento de análisis.

Se polemiza sobre si se trata de una ciencia natural o de una ciencia experimental, si debe priorizarse la descripción o la explicación del desarrollo, si es un medio para descubrir las tendencias del crecimiento en general o si es una ciencia que tiene su fin en sí misma, si deben destacarse los aspectos visibles del cambio en los sujetos o priorizarse los significados subjetivos que tienen para el individuo, etc.

Como vemos, la polémica, un aspecto saludable y necesario para el desarrollo de una ciencia, se ha instalado, encontrando entusiastas seguidores e implacables detractores para cada una de las posiciones tomadas.

Frente a estas cuestiones, dejando en claro que son objeto de controvertidas opiniones sobre las que aún no se ha dicho la última palabra, adoptaremos una posición abierta a las transformaciones que pueden surgir de nuevos aportes científicos.



¿Cuál es el objeto de estudio?

La Psicología del Desarrollo tiene por objeto el estudio del desarrollo de los seres humanos desde el momento de su concepción hasta la vejez.

El estudio del desarrollo puede definirse como la rama del conocimiento que se ocupa de la naturaleza y la regulación de los cambios estructurales, funcionales y conductuales significativos que se manifiestan en los seres humanos durante el crecimiento y la maduración.

La preocupación por estos procesos evolutivos supone que el investigador considere los fenómenos temporalmente separados como una sucesión continua en la cual la elaboración de cada fase surge de la anterior.

Por lo tanto, el objetivo del estudio del desarrollo infantil no consiste en el mero registro seriado de las dimensiones físicas y funcionales del niño en las distintas edades, sino en la explicación de cómo un nivel de desarrollo se transforma en el siguiente, en la identificación de las variables que efectúan las transformaciones, los factores que facilitan o retardan la evolución. En una palabra, el principal objeto de investigación de esta disciplina es la índole del cambio, o sea, el qué, el cómo y el porqué ocurren estos procesos. Por lo tanto, va más allá de los aspectos cuantitativos, para interesarse por el desarrollo en el nivel de la dimensión humana.





Hablemos de algunos conceptos relacionados al de desarrollo


El desarrollo es un proceso básico, y sin la comprensión de éste sería prácticamente imposible dimensionar adecuadamente los procesos de cambio, particularmente los que tienen que ver con la vida. Todos los seres vivos se desarrollan gradualmente, vale decir que van sufriendo transformaciones con el transcurso del tiempo, dimensión imprescindible para que ocurran estos procesos.

En el hombre, el desarrollo se manifiesta como crecimiento, maduración y aprendizaje.



Definimos el desarrollo como una variación progresiva de una formación total que se presenta como diferenciación de formaciones parciales, distintas entre sí, entre las que se establece una estructuración creciente y una subordinación funcional.

Así, en el proceso que lleva al ser humano de niño a hombre, se van complejizando las distintas formaciones, permitiendo una adaptación al medio más acabada. Por ejemplo, un adulto enfrenta y resuelve situaciones que a un niño le resultarían excesivas, manteniendo una subordinación funcional, vale decir que cada una de las partes actuantes lo hacen en función de un todo, que no es otro más que el sujeto mismo.

Es importante considerar que, a lo largo de este proceso, hay una sincronización y coordinación entre los distintos aspectos intervinientes al servicio de un todo indiviso, o sea, el ser humano.



La diferenciación se cumple de lo simple a lo complejo y de lo homogéneo a lo heterogéneo. A medida que el sujeto se va desarrollando, observaremos que sus conductas se complejizan, el niño primero aprenderá a sumar para luego pasar a la multiplicación, tendiendo además a desplegar una variedad cada vez mayor de expresiones inteligentes. Además, ésta va acompañada de la especialización de las funciones.

La armonía entre las partes y el conjunto constituye la clave para comprender este proceso (una actividad física, cualquiera sea, siempre implica un conjunto de operaciones corpóreas y mentales, además de implicar un sentido, una intencionalidad, consciente o no, etc.)



Las formaciones parciales dependen unas de las otras y, además, de la totalidad. Tanto la dependencia de los factores entre sí como respecto del todo, caracterizan al desarrollo como una integración progresiva, subordinada a un proceso de centralización que se va intensificando con el transcurso del tiempo. Es decir, se van estableciendo relaciones relativamente constantes que constituyen estructuras (formas complejas que se van construyendo y que responderán como una unidad, de análisis, acción, etc., a los requerimientos del medio).

Dichas estructuras muestran en sí y entre sí relaciones y se encadenan a la totalidad estructural de la persona humana.



Debemos considerar, entonces, que el desarrollo se presenta como una modificación de las estructuras, y este cambio es siempre creador, por lo que no puede confundirse al desarrollo con el crecimiento.

En el proceso de constitución de estas estructuras, los factores cuantitativos quedarán subordinados a los rasgos de singularidad que cada sujeto posee.





El crecimiento constituye un rasgo parcial del desarrollo, es el cambio cuantitativo de la sustancia viva.


Generalmente las direcciones del crecimiento -y del desarrollo- son céfalo-caudal y próximo-distal, y su ritmo es discontinuo y asincrónico.



Existen distintos criterios para entender la maduración, término al que se le asignan diversas connotaciones.

Tanto en el lenguaje cotidiano, no científico, como en las teorías de la Personalidad, el término maduración se refiere generalmente a la adquisición gradual por parte del niño de los rasgos de carácter típicos de los miembros adultos de la cultura.

Por otro lado, en el ámbito científico el concepto que concita más opiniones atribuye a la maduración la adquisición de una disposición para ciertas capacidades como consecuencia de un proceso interno o cambio en el sustrato anatómico y fisiológico de la conducta.

Nosotros emplearemos el vocablo maduración para referirnos a cualquier manifestación del desarrollo que tenga lugar en ausencia demostrable de toda experiencia práctica específica, en oposición a los aspectos en los que esa experiencia práctica específica constituye un factor predominante (aprendizaje).



La maduración, entonces, debe entenderse como un proceso que ocurre de dentro hacia fuera, producto de factores internos que no dependen directamente de lo que acontece en el medio ambiente.

La maduración es la continuación de los procesos del desarrollo prenatal, y es provocada por el material genético contenido en los núcleos celulares que elabora la información que obtiene del contorno.

El principal efecto de los cambios madurativos es abrir posibilidades para nuevos tipos de comportamientos. La maduración y la experiencia mantienen una relación circular, se apoyan mutuamente.

Esto significa que un progreso en la maduración entraña la disposición para una clase dada de conducta.

Dicho de otro modo, para que el sujeto logre determinados aprendizajes, deben existir las condiciones madurativas que permitan dicho logro (para que un niño aprenda a caminar, deben haber madurado adecuadamente sus sistemas neurológico y muscular, con la debida coordinación entre los mismos).







La nueva conducta puede aparecer casi espontáneamente (autógenamente) con un mínimo de preparación o de apoyo del medio ambiente (experiencia incidental). Puede, en otros casos, requerir de una estimulación especial del medio circundante como por ejemplo las conductas relacionadas con el lenguaje. Particularmente el lenguaje, como un logro social y cultural, requiere de la presencia de otro, generalmente la madre, que transmite al infante su lengua. De no existir este otro, aunque se dieran todas las condiciones de maduración necesarias, el niño no lograría constituirse como un ser parlante.



La maduración produce períodos críticos particularmente adecuados para el aprendizaje de una función determinada. Por ejemplo, en el recién nacido toda la zona oral se encuentra con un grado de maduración suficiente para garantizar la succión, único modo natural de alimentación para el bebé.





Para introducirnos en el tema Aprendizaje, comenzaremos por definir el ambiente. Podemos decir que éste, en el caso de los animales, se constituye como un espacio físico con determinadas características específicas, que conocemos como eco-hábitat. En el caso del humano, el único ser que conocemos que modifica la naturaleza de tal modo que, al hacerlo, modifica su propia naturaleza, el ambiente depende también de su propia acción como ser activo. Las grandes ciudades, por ejemplo, constituyen un ambiente en gran medida creado por el propio ser humano.

El aprendizaje se puede describir como un cambio más o menos estable provocado por la influencia del ambiente (estímulos de orden físico, social y cultural). Cuando el sujeto enfrenta una situación ante la cual no tiene experiencia ni respuesta previa, esto produce un desequilibrio interno. Para poder superar este conflicto, el sujeto debe buscar la respuesta adecuada para hacer frente a la situación. Cuando lo logra, y dicha conducta queda incorporada a la gama de respuestas posibles que el sujeto posee, podemos afirmar que ha sido aprendida.


Esta respuesta adecuada puede alcanzarse por distintos medios: ensayo y error, insight (conocimiento repentino), transmisión social (por ej. la escolaridad), etc.





Los procesos de desarrollo que se acaban de comentar deben ser vistos como los típicos y, en este sentido, normales. Las alteraciones en las condiciones en que éstos se dan no constituyen en si mismos modificaciones de los procesos, ya que lo más importante en el desarrollo del ser humano es que a lo largo de su devenir encuentre compensaciones o reparaciones de las situaciones difíciles que le ha tocado vivir.

Dado que el desarrollo se caracteriza por la compleja coexistencia de factores disímiles que interactúan entre sí, constituyéndose en cada sujeto como una historia singular, única e irrepetible, sería aventurado afirmar que tal o cual acontecimiento pueda, en sí mismo, determinar patología o desviación del proceso de desarrollo.

Así resulta conveniente detenernos por un momento en la palabra crisis como expresión conceptual que nos permite dar cuenta de los procesos de evolución y cambio.



Crisis evolutiva será entonces el proceso necesario e insoslayable por el que cada ser humano pasa para poder acceder y transitar por los distintos momentos de su desarrollo.


Crisis incidental es aquella que no se nos presenta necesariamente a todos, es decir, que constituye parte de la singularidad de la existencia de cada hombre. Lo que sí es generalizable como concepción de crisis incidental es que nadie deja de tener alguna en todas y cada una de las etapas evolutivas. Ejemplo de ellas son los nacimientos, las muertes de familiares, las separaciones matrimoniales, las mudanzas, los accidentes, los cambios de situación económica, etc.



El significado y trascendencia que cada crisis incidental tenga para nosotros dependerá del momento evolutivo en que nos encuentre y de los recursos que hayamos podido construir en cada una de ellas.

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